Desde un principio, el monoteísmo, la creencia de que Dios es uno, ha quedado establecida en las sagradas escrituras. En Deuteronomio 6:4 se nos dice “Oye Israel, Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”. Esto es el monoteísmo estricto en las sagradas escrituras. Así lo creyó el pueblo de Israel y, con el paso de los años, así continúa creyendo el pueblo que Dios escogió y a quien sacó de la esclavitud en Egipto.
En la actualidad, para el cristianismo, el monoteísmo continúa siendo uno de los puntos de fe. Marcos 12:29 dice “Oye Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor uno es”. Esto nos vuelve a declarar que Dios es uno. Esto es el primer mandamiento.
La doctrina de la unicidad de Dios, la cual enseñan y predican los pentecostales del nombre de Jesús, es por medio de la cual se explica que Dios es uno. Este Dios se ha manifestado como El Padre en la creación, como Hijo en la Redención y como Espíritu Santo en la regeneración.
Esta doctrina enseña que el Dios que en un principio se movía sobre la faz de las aguas según Génesis 1:2, también se hizo carne, es decir, se manifestó en un hombre, el cual es Jesucristo; y que al resucitar, se derramó como Espíritu Santo en los corazones de los creyentes, pero que es un mismo Dios manifestándose de tres formas distintas.
La Biblia dice en Isaías 35:4 “Dios mismo vendrá y os salvará”, también se nos dice en los siguientes versículos que cuando Dios viniera iba a haber señales, tales como que los ciegos iban a ver, el cojo saltará, la lengua de los mudos cantaré, entre otras señales. Justo esto fue lo que sucedió cuando los discípulos de Juan mandaron a preguntar a Jesús “¿Eres tú el que había de venir o esperaremos a otro?. La respuesta de Jesús fue que hicieran saber a Juan, que los ciegos ven, que los cojos andan, que los sordos oyen, que los leprosos son limpiados y que a los pobres es anunciado el evangelio. Con esta respuesta estaba dando a entender que estas eran las señales de que el Dios del Antiguo Testamento ya estaba presente entre ellos como Jesús de Nazaret.